Comentario
Rebelión y liga contra Moctezuma por instigación de Cortés
Cuando al día siguiente amaneció y echaron de menos a los dos presos, riñó el señor a las guardas, y quiso matar a los que guardaban; sólo que con el rumor que se hizo, y con estar esperando qué dirían o harían los del pueblo, salió Cortés, y rogó que no los matasen, pues eran mandados por su señor, y personas públicas, que, según derecho natural, ni merecían pena ni tenían culpa, de lo que hacían sirviendo a su rey; mas, para que no se les fuesen aquéllos, como habían hecho los otros, que se los confiasen y entregasen a él, y a su cargo si se le soltasen. Se los dieron, y los envió a las naos amenazándoles y diciendo que les pusiesen cadenas. Tras esto se juntaron a consejo con el señor, muertos todos de miedo, y platicaron lo que harían sobre aquel caso, pues estaba cierto que los huidos habían de decir en México la afrenta y mal tratamiento que se les había hecho. Unos decían que era bueno y conveniente a todos enviar el pecho a Moctezuma y otros dones, con embajadores, para aplacarle la ira y enojo, y a disculparse, culpando a los españoles, que los mandaron prender, y suplicarles les perdonase aquel yerro y disparate que habían hecho, como locos y atrevidos, en desacato de la majestad mexicana. Otros decían que era mucho mejor desechar el yugo que tenían de esclavos, y no reconocer más a los de México, que eran malos y tiranos, pues tenían a su favor a aquellos semidioses e invencibles caballeros españoles, y tendrían otros muchos vecinos que les ayudarían. Resolviéronse a la postre en rebelarse y no perder aquella ocasión, y rogaron a Hernán Cortés que lo tuviese por bien, y que fuese su capitán y defensor, pues por él se habían metido en aquello; que, enviase o no Moctezuma ejército sobre ellos, estaban ya determinados a romper con él y hacerle la guerra. Dios sabe cuánto se alegraba Cortés con estas cosas, pues le parecía que por allí iban allá. Les respondió que mirasen muy bien lo que hacían, pues Moctezuma, según tenía entendido, era poderosísimo rey; mas que si así lo querían, que él los capitanearía y defendería seguramente; que más quería su amistad que la del otro, que le despreciaba; pero que con todo eso quería saber cuánta gente podrían juntar. Ellos dijeron que cien mil hombres entre toda la liga que se hacía. Cortés dijo entonces que enviasen en seguida a todos los de su parcialidad y enemigos de Moctezuma a avisarlos y apercibirlos de aquello, y a certificarles de la ayuda que tenían de los españoles. No porque él tuviese necesidad de ellos ni de sus huestes, que él sólo con lo suyos bastaba para todos los de Culúa, y aunque fuesen otros tantos, sino porque estuviesen a recado y sobre aviso, no recibiesen daño si por casualidad Moctezuma enviaba ejército sobre algunas tierras de los confederados, tomándolos a sobresalto y descuido; y también para que si tuviesen necesidad de socorro y gente de aquella suya que los defendiese, se la enviase con tiempo. Con esta esperanza y ánimo que Cortés les daba, y por ser ellos de por sí orgullosos y no bien considerados, despacharon en seguida sus mensajeros por todos aquellos pueblos que les pareció, a hacerles saber lo que tenían acordado, poniendo a los españoles por las nubes. Por aquellos ruegos y medios se rebelaron muchos lugares y señores y aquella serranía entera, y no dejaron recaudador de México en parte ninguna de todo aquello, publicando guerra abierta contra Moctezuma. Quiso Cortés revolver a éstos, para ganar las voluntades a todos y hasta las tierras, viendo que de otra forma mal podría. Hizo prender a los alguaciles, los soltó; se congració de nuevo con Moctezuma; alteró aquel pueblo y la comarca; se les ofreció a la defensa, y dejó a los rebelados para que tuviesen necesidad de él.